La voz del decano


Estimados amigos:

Como no es cosa nueva lo sucedido en el último partido, pero a uno le ha dado la vida -cosas de la edad- el suficiente pragmatismo como para contemplar los sucesos con cierto desapego, me atrevo a plantearos nuevamente dos cuestiones que, quizás por pareceros baladíes, se vuelven a desestimar:

Somos un equipo ¿para qué?; ¿quizás lo somos de amigos que pretenden divertirse con su deporte favorito?..., ¿tal vez de superfiguras que anhelan llegar a la NBA?... No sería mala cosa tener claro qué somos y qué pretendemos de nuestra actividad deportiva.
En el supuesto de que fuéramos un equipo de amigos que además, si el caso se diera, se complacen en ganar -en cualquier caso el premio que se obtendría no rentaría intereses en ninguna institución bancaria-, sería lícito preguntarse por qué algunos juegan y otros no, si todos participan con parecido ahínco y parejo esfuerzo (más allá de su pretendida eficacia).

Perdonadme la licencia que me tomo al criticar -constructivamente- estas cuestiones.
Privilegio de ser el decano. Francamente, a la vista de los sucesos del sábado, queda claro que tanta garra y que se insista en jugar de cierta forma no reporta ni siquiera victorias. Lo que sí granjea es algún que otro cabreo..., y con razón. Personalmente me doy por satisfecho con los entrenos (siempre que no me quieran ilustrar con técnicas propias de adolescentes o cosas por el estilo), y tanto me da jugar o no contra los rivales que sea; pero no creo de recibo que Alberto -que juega un Potosí- tenga que estar condenado al banquillo, por ser de los que más se esfuerzan, de los más fieles en todo, y -vaya con todos mis respetos hacia los demás- no creo que haya nadie en el equipo se pueda considerar que está encima de él.

Mi opinión personal, si es que sirve de algo más que de extenderme en exceso para que nadie lo lea -leer cansa-, es que el primer fallo es de quien hace los cambios, cosa que en lo que me toca entiendo tan bien como el nabateo clásico. El echarse sobre las espaldas algunos jugadores la responsabilidad de salvar al equipo, también me parece excesiva: ¡hasta los tontos tienen derecho a la vida! Y, la tercera causa, que tampoco me parece fuera de lugar, es la prepotencia conciliar de querer ganar a como dé lugar. En los partidos anteriores se ganó porque nos divertimos, y porque cada quien hizo lo que sabía y lo que creía mejor para el juego de equipo: ¡y, además, jugamos todos casi por igual! Lo sucedido el sábado, desde mi punto de vista, es el clásico despelote surgido de la impotencia, coronado tan a la española con ese echar la culpa a quien sea, por más que sea tan torpe como aquel árbitro.

Por último, y ya que esto parece una encíclica bonus espartaniensis, deciros que todo eso de la estadística hay que agarrarlo con pinzas, que como el mismo Adam Smith dijo "es una de las maneras más cinicas que existen de mentir". No se pude considerar que tenga más eficacia quien tira doscientas veces y mete el 30% que quien tira una vez y falla (0%), porque el primero no ha dejado jugar a los demás y el segundo sí.

En fin, queridos todos, que considero que la reconsideración que habría que hacer respecto del descalabro emocional del sábado sería: ¿jugamos para divertirnos o para ser los campeones de Torrejón?... La cosa es tentadora, por supuesto, y ser los campeones de Torrejón ante Glober Trotters y similares sé que da enorme pote mundial, pero a lo mejor nos divertimos menos. Por otra parte, y aun suponiendo que fuéramos los supercampeones universales torrejoneros, considerad que sería un problema lograrlo porque no sabríamos dónde meter los haberes.

Y dicho todo esto, concluyo: me sobra con los entrenos, y de seguir así, con jugadores que juegan y jugadores que miran desde el banquillo, me apunto a los entrenos -si se me admite después de esta perorata- y os cedo la ficha para que se la ofrezcáis a otra superestrella o lo que sea. Total, el esfuerzo físico -que lo es lo único que me interesa porque es en los entrenamientos donde me muevo y me divierto por haber mejor ambiente-, sería el mismo.

Un abrazo a todos
Ángel Ruiz

Comentarios