Grandes poetas

El 30 de octubre de 1910, nace en Orihuela (Alicante) Miguel Hernández Gilabert, poeta y dramaturgo español que manifiesta en sus obras un hondo sentido de la tragedia y una sensibilidad muy propia del siglo XX, empleando para ello las formas líricas españolas tradicionales.
Asistió a la escuela de los 11 a los 14 años, dejando esta para ser cabrero de las cabras de su padre durante varios años... Siempre sintió inquietud por la poesía. Estudió por sí mismo la lírica teniendo como maestros al genial Góngora y al sublime Garcilaso. De ahí la riqueza de sus metáforas. Su sensibilidad se muestra especialmente con aquellos seres más queridos como su gran amigo Ramón Sigé.
El 9 de Octubre de 1937, con tan solo diez meses, muere su primer hijo Manuel Ramón (el poema que trascribimos lo escribió tras su muerte).
El 4 de Enero de 1939 nace su segundo hijo, Manuel Miguel (muerto en 1984). Terminada la Guerra Civil es apresado y trasladado a diversas prisiones. En una de ellas escribe las famosas "Nanas de la cebolla" dedicadas a su segundo hijo.
Muere finalmente en prisión de tuberculosis el 28 de marzo de 1942.

Te has negado a cerrar los ojos, muerto mío,
abiertos ante el cielo como dos golondrinas:
su color coronado de junios, ya es rocío
alejándose a ciertas regiones matutinas.

Hoy, que es un día como bajo la tierra, oscuro,
como bajo la tierra, lluvioso, despoblado,
con la humedad sin sol de mi cuerpo futuro,
como bajo la tierra quiero haberte enterrado.

Desde que tú eres muerto no alientan las mañanas,
al fuego arrebatadas de tus ojos solares:
precipitado octubre contra nuestras ventanas,
diste paso al otoño y anocheció los mares.

Te ha devorado el sol, rival único y hondo
y la remota sombra que te lanzó encendido;
te empuja luz abajo llevándote hasta el fondo,
tragándote; y es como si no hubieras nacido.

Diez meses en la luz, redondeando el cielo,
sol muerto, anochecido, sepultado, eclipsado.
Sin pasar por el día se marchitó tu pelo;
atardeció tu carne con el alba en un lado.

El pájaro pregunta por ti, cuerpo al oriente,
carne naciente al alba y al júbilo precisa;
niño que sólo supo reir, tan largamente,
que sólo ciertas flores mueren con tu sonrisa.

Ausente, ausente, ausente como la golondrina,
ave estival que esquiva vivir al pie del hielo:
golondrina que a poco de abrir la pluma fina,
naufraga en las tijeras enemigas del vuelo.

Flor que no fue capaz de endurecer los dientes,
de llegar al más leve signo de la fiereza.
Vida como una hoja de labios incipientes,
hoja que se desliza cuando a sonar empieza.

Los consejos del mar de nada te han valido...
Vengo de dar a un tierno sol una puñalada,
de enterrar un pedazo de pan en el olvido,
de echar sobre unos ojos un puñado de nada.

Comentarios

  1. En alguna ocasión hemos comentado que este año se cumple el centenario de su nacimiento.
    Poema lleno de sintimiento y tristeza. Algo se muere en el alma cuando se pierde a un ser querido y más dolor todavía cuando se trata de un hijo.

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