Las andanzas con las lanzas.

Este famoso cuadro se ha puesto de actualidad después de disputarse la final del campeonato del mundo de Sudáfrica.




La rendición de Breda o Las lanzas
Diego Velázquez, 1634
Óleo sobre lienzo • Barroco
307 cm × 367 cm
Museo del Prado, Madrid, España


Obra realizada para el Salón de Reinos del madrileño Palacio del Buen Retiro, actualmente destruido; se fecharía antes del mes de abril de 1635 y representa un episodio de la Guerra de Flandes ocurrido el 5 de junio de 1625. Tras un año de sitio por parte de las tropas españolas, la ciudad holandesa de Breda cayó rendida, lo que provocó que su gobernador, Justino de Nassau, entregara las llaves de la ciudad al general vencedor, Ambrosio de Spínola. Pero Velázquez no representa una rendición normal sino que Spínola levanta al vencido para evitar una humillación del derrotado; así, el centro de la composición es la llave y los dos generales. Las tropas españolas aparecen a la derecha, tras el caballo, representadas como hombres experimentados, con sus picas ascendentes que consideradas lanzas por error dan título al cuadro. A la izquierda se sitúan los holandeses, hombres jóvenes e inexpertos, cuyo grupo cierra el otro caballo. Todas las figuras parecen auténticos retratos aunque no se ha podido identificar a ninguno de ellos, a excepción del posible autorretrato de Velázquez, que sería el último hombre de la derecha; al fondo aparecen las humaredas de la batalla y una vista en perspectiva de la zona de Breda.

La técnica pictórica que utiliza aquí el artista no es siempre la misma sino que se adapta a la calidad de los materiales que representa, pudiendo ser bien compacta, como en la capa de la figura de la izquierda, bien suelta, como en la banda y armadura de Spínola. Breda volvió para siempre a manos holandesas en 1639.




Y hoy recibo este cuadro modificado con los personajes que protagonizaron la consabida gesta deportiva.

Comentarios

  1. Seguramente los primeros holandeses defendieron sus tierras con más honra que los del mundial.
    Una cosa es el "anti-fútbol" de Capello y otra el "anti-fútbol" violento que realizaron los holandeses en la final.
    Éstos defraudaron por las formas más que por el juego.
    Afortunadamente, esta vez, que no siempre, el fútbol hizo justicia.

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  2. Siempre sentí una gran simpatía por Holanda. Recuerdo en la década de los 70 cuando la naranja mecánica llegaba a las finales de los mundiales, con aquel extraordinario Johan Cruiff. Pero el equipo holandés en esta ocasión me decepcionó en el aspecto deportivo, yo soy partidario de otra estrategia que no sea la violencia gratuita como se pudo ver. No sábía si era un partido de fútbol o una exhibición karateca.

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