Emiel Pauwels, el hombre de las 1000 medallas.

El nonagenario Emiel Pauwels decide morir antes de que un cáncer le impidiera competir.Llevaba toda la vida corriendo, una vocación de la que vivía y que le había reportado, presumía, más de mil medallas. A sus 95 años, Emiel Pauwels, el atleta más longevo del mundo, solo pensaba en nuevas metas. Y la perspectiva de tener que renunciar a ellas por un cáncer de estómago le quitó las ganas de seguir. Y no pensaba solo en el atletismo. Así que cuando este belga nonagenario supo que la enfermedad le obligaría a cambiar de vida, decidió acabar su carrera más larga. Él, que tantos retos había afrontado desde los 14 años, optó por acogerse a la eutanasia. Murió el pasado martes por una inyección letal tras despedirse por todo lo alto.
La historia de Emiel Pauwels encierra una mezcla de miedo a la enfermedad y valentía ante la muerte que le llevó a tomar un camino inimaginable en casi cualquier otra parte del mundo (Bélgica es uno de los pocos países donde la eutanasia está legalizada). “Para nosotros ha sido una cuestión sencilla que hemos discutido juntos”, explica con admirable serenidad Eddy, su único hijo.
En conversación telefónica desde Brujas, donde tiene su domicilio, el hijo de Pauwels explica los motivos: “Era el fin de su carrera como atleta, ya no podía correr más y entonces decidió acabar con su vida. Correr era muy importante para él”, concluye.
Tanto o más que el recurso a la eutanasia, la historia conmueve por la forma que tuvo Pauwels de decir adiós a la vida. En lugar de vivir el proceso de forma lacrimógena, el atleta abrió las puertas de su casa en los últimos días a todo el que quisiera pasar a despedirse y coronó el adiós con una fiesta el pasado lunes, un día antes de la muerte, rodeado de las 20 o 30 personas más queridas, entre ellas su hijo. Brindó con champán y lo consideró “la última travesura” de su trayectoria.
La fiesta se convirtió en una auténtica oda a la vida. “No lloréis por mí”, dijo a sus allegados, con los que quiso fotografiarse para dejar constancia del momento. “Esas lágrimas me ponen triste. Sed felices, como yo. Toda la gente a la que quiero está hoy aquí. Solo por mí. Por eso puedo ser feliz”, recordó a los asistentes.
Y concluyó: “Ha sido la mejor fiesta de mi vida”.


 

Antes de llegar a un estado terminal, Emiel Pauwels eligió morir como había vivido: rezumando energía. La misma que exhibía en la carrera que disputó el pasado marzo en San Sebastián, cuando resultó ganador en 60 metros lisos. Y con un sentido del humor del que hacía gala al aludir, casi hasta el último momento, al interés que despertaba en las mujeres por sus proezas deportivas.

Comentarios

  1. Hola Manuel: Leí un comentario tuyo diciendo "En Alcalá de Henares, cuatro huevos son dos pares". Me picó la curiosidad y llegué a tu blog, que me parece muy interesante. Otra forma de ver el deporte.
    Ya sabes que si queréis, tú y tus lectores, podéis leer mis historias en "Los cuentos tontos". Suerte en los premios 20blogs.
    Cuentón.
    http://loscuentostontos.blogspot.com.es/

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  2. sin duda es una eleccion y si la afronta asi con esa serenidad hay que respetarlo.

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  3. Yo y muchos, firmariamos un final asi, 95 años, haciendo lo que te gusta en la vida, es un privilegio.
    Si ademas puedes elegir un final, rodeado de tu gente, aliviandoles de sufrimientos y despidiendote a lo grande, que mas se le puede pedir a la vida.
    Para mi esto es un ejemplo de logica, dignidad y amor al projimo.

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  4. Hola Manuel:
    Me ha encantado esta historia, es la primera noticia que tengo de algo semejante.
    Me da miedo, pero también me parece envidiable y comparto totalmente el comentario de Pietro Menea porque efectivamente es una forma de poner un final feliz uno mismo a su propia existencia, quizá el mayor acto de libertad a que puede aspirar un ser humano. Aunque da vértigo, desde luego ese hombre tenía que ser muy excepcional.
    Buenas noches, un abrazo.

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